En fin, cuando volvía a Buenos Aires, tuve un pequeño sueño; era maso menos así:
"Era una noche de Febrero, el viento soplaba en mis cabellos, la lluvia me golpeaba fuertemente, el fango me cubría las piernas. Iba corriendo de árbol en árbol para poder cubrirme de la lluvia. Estaba a salvo.
O eso creía.
A lo lejos, distinguí una figura de un hombre obserbándome. Un relámpago iluminó todo el cielo y pude distinguir sus rasgos. Tenía el pelo oscuro como la noche despejada, unos ojos verdes aguados, una mandíbula afilada y fuerte. Era alto, quizás de un metro ochenta. Su edad parecía tirar a los veinticinco. Parecía un chico de lo más guapo.
Pero eso me importaba menos, ya que cuando me vio empezó a correr a mi dirección.
No podía reaccionar. No podía hacer nada. No podía dejar de mirarlo, con los ojos como platos y mi boca entreabierta. Cuando escuché un cercano trueno empecé a correr. Con mis piernas embarradas no podía correr mucho. Mi ropa estaba empapada y el peso del agua me hacía más lenta.
Decidida me saque la musculosa turquesa que tenía en cima sin dejar de correr. Llevaba puesto una pequeña camiseta muy finita y un sujetador negro azulado. Seguí corriendo. Mire para atrás y vi que el hombre estaba a unos cuantos metros de mí. Dios era muy rápido.
Corría por debajo de los árboles, evitando el agua. Llegué hasta un pino en unos segundos y me tropecé. La lluvia había removido toda la tierra y dejaba a la vista una de las raíces del pino. A mi espalda sentí como unas manos como cadenas me agarraban de los hombros. Su apretón era fuerte. Muy fuerte en realidad. Me levantó del suelo y me estrechó contra la corteza del pino.
Sabía que en ese momento iba a morir. Lo presentía.
Él se aproximo junto a mí, dejando nada como espacio. Su boca se encontraba a unos milímetros de la mía y sus ojos no terminaban de estudiar mi rostro.
Yo tenía una piel muy delicada y bien tostada. Mis labios eran delgados pero muy carnosos. Tenía unos ojos color miel a la luz y en la oscuridad parecía negros. Mi cabello era de un tono acaramelado y lleno de rulos, pero debajo de la lluvia mi pelo se había alisado.
Mis ojos se encontraron con los de él, y yo empezaba a respirar entrecortadamente. Su mano derecha descendía sobre mis muslos, y su mano izquierda me agarraba el pelo que caía detrás de la nuca, que la inclinaba para atrás para ver mi nuca desnuda. Despacio, el hombre se acercaba a ella y al llegar la besó dulcemente. Mis ojos se cerraron con su toque y se abrieron al instante cuando el empezaba a abrir su boca para morderme.
"Si es así como moriré por lo menos estoy debajo de un pino"
Los pinos eran sagrados para mi familia. Yo los había adorado desde que nací, y no tenía la idea de que aquel árbol tan hermosos sería mi tumba.
El hombre me mordió.
Sentí como mi sangre descendía sobre la piel de mi nuca. Sentí que mis manos se aferraban de los de aquel hombre. Sentí como abría la boca para provenir un grito. Y en ese mismo instante, el hombre se detuvo.
Él me miró a la cara, que seguramente estaba ya pálida por haber perdido una gran cantidad de sangre.
-Mi nombre es Mason-dijo él sonriendome.
Después de que terminara de decir su nombre, me desmayé."
No hay comentarios:
Publicar un comentario