Un Cuento de Hadas para Vampiros

             Autora: Malena Cid                                                  




             Capítulo 1


Ilana

Slatioara, Rumanía.

 Principios de 1808

 Si tuviera amigos, ellos me llamarían Ilana, pero ni siquiera recuerdo la última vez en la que alguien me llamó por mi nombre, he estado sola por mucho tiempo, viviendo en los límites del bosque de Slatioara. No tengo vecinos ni amistades, nadie llega a mi puerta con buenas intenciones, después de todo soy una vieja solterona de treinta primaveras. Vivo solitaria, sin amigos ni familia, es más, si esta noche desapareciera nadie me extrañaría, sin embargo no estoy sola.
 Hay una guerra asolando Europa y noticias de una plaga de vampiros en la lejana Buda pero en mi pacifica vida nada se mueve, nada pasa, sería muy aburrido si no fuera por un oscuro visitante de mis largas y vacías noches. Supe lo que él era desde la primera ocasión, en cuanto entró a mi habitación furtivamente por la ventana para salvarme: Strigoi1, un vampiro. Debía temerle, para todo mi pueblo él era un ser maligno, pero para mi era simplemente mi protector y el de mi casa.

 Cada vez que entraba a mi habitación, mi cuerpo dormido sentía su llamada. Siempre había tenido esa percepción pero nunca tan próxima como esa noche. Me encontraba recostada en mi estrecho lecho de doncella, fingiendo dormir. La cortina volaba con la brisa perfumada que llegaba del bosque, rayos de luz de luna se filtraban entre el ramaje de los altos árboles que rodeaban la casa vieja y deteriorada que había pertenecido a mi familia y que ahora sólo yo habitaba en medio de recuerdos y fantasmas. Estaba sola, como siempre, añorando lo que no tenía, deseando y soñando. Sus dedos largos y fríos rozaron mi cuello, al sentirlo giré el rostro buscando su contacto. Esa noche deseaba que ocurriera, que me tomara, ambos lo deseábamos. Mi oscuro caballero estaba ahí conmigo, me tocaba, sus manos me acariciaban con delicadeza, eran casi tímidas al tocar mi carne cubierta por un suave camisón blanco. Su frialdad se filtraba hasta mi piel pero yo me sentía arder. No deseaba abrir los ojos, me inquietaba asustarlo, porque al contrario de otras mujeres, yo no le temía, sabía bien que en el mundo había cosas peores que él deambulando por la noche. Sus manos se alejaron de mí y casi grité de decepción antes de que su cuerpo se acomodara en el colchón, frente a mí. Sin poder evitarlo abrí los ojos temerosa y expectante, casi esperando a que se marchara, pero no lo hizo, en vez de eso me encontré con la limpia mirada de un par de ojos azules como el cielo de un día despejado de invierno, su rostro tenía la belleza atemporal de un ángel caído, hermosas cejas, nariz recta y una boca hecha para ser besada noche y día, mandíbula firme con una sombra de barba y largos cabellos oscuros, mi aliento se cerró al contemplar tal perfección. 
-¿No me temes Ilana?- su voz era amable a mis oídos, la calidez de su aliento acarició mis mejillas ardientes resultándome tan agradable como la hierba recién cortada, para nada parecido a las repugnantes descripciones del párroco sobre los vampiros. No me di cuenta de que no le había respondido por estar demasiado extasiada, así que permanecí mirando sus ojos hipnotizada hasta que el sentido común me obligó a hablar.
-No, no te he temido nunca- ¿ese chillido era mi voz? El vampiro sonrió. 
-¿Sabes lo que soy? Inconscientemente cerré los ojos para saborear otra vez la cadencia del sonido antes de responder sin preámbulos. 
-Un Strigoi. 
 Su sonrisa se ensanchó, en la oscuridad, pude ver el brillo de sus colmillos, me di cuenta que trataba de asustarme. 
-¿Sabes de lo que es capaz un vampiro?, podría matarte aquí mismo agregó sin duda intentando que reaccionara. 
 Fue mi turno de sonreír con dulzura, sintiéndome audaz extendí la mano sin vacilar para acariciar su helada mejilla.
-Podrías hacerlo- estuve de acuerdo y pude ver una cruda emoción atravesar su hermosa cara.- Aun así, no me das miedo- agregué.
-No sabes lo que dices- el vampiro gruñó con fiereza antes de inmovilizar mi rostro con sus fuertes manos, me miró un largo momento antes de besarme con toda la furia de la que era capaz, se introdujo entre mis labios antes de que yo pudiera abrirlos gustosa. Tal vez quería asustarme pero creó que cambio de opinión cuando su lengua se enredó con la mía, tras unos segundos nuestros labios se aferraban intentando devorarse. Me empujó contra la cama y mi cuerpo se hundió en el colchón bajo el suyo, su potencia me sometió y yo la acepté gustosa, deleitándome en el modo en que se aferraba a mí. Sus manos absorbieron mi calor deambulando sobre mi cuerpo, acariciándome por encima de la tela. Tómame susurré contra sus labios depositando el sonido en su boca. 
-Soy tuya. Nuestro beso fue volviéndose más ardiente, su lengua jugaba con la mía. Me acarició por sobre la ropa mientras rodamos por la cama, mi modesto camisón fue subiéndose entre mis muslos, él deslizó una pierna en medio y trató de tocar mis pechos, pero el escote de mi ropa era muy estrecho y nada flexible, sin control, mi vampiro me despojó más bien me arrancó el camisón, rompiendo la prenda a la mitad, rasgándola por completo. Jadeé cuando lo hizo, no de miedo si no de sorpresa. Sentí mis pechos pesados y llenos, ansiosos por su toqué, con el aire frío de la habitación mis pezones reaccionaron contrayéndose, quise que los tocara, pero él no los acarició. Mi vampiro rompió el beso para depositar mil pequeños mordiscos en mi cuello, me tensé ansiosa. En cada ocasión esperaba fervorosamente a que los clavara en mi piel.
 Podía sonar loco pero al sentirlo quise desesperadamente que se alimentara de mi sangre. Para mi decepción, se contuvo, contentándose con colocarse entre mis piernas, forzándolas a abrirse para él. 
-¿Me dejarías tomarte? ¿Permitirás que te folle?, ¿no sentirás repugnancia cuando te llené con mi semilla? Sus crudas palabras me excitaron imposiblemente más.
-Oh, si- gemí- si házmelo todo.
El vampiro dejó mi cuello y se alzó entre mis piernas, me sentí minúscula por que aún hincado él era altísimo. Me fascinó. En la penumbra su cuerpo era hermoso, perfecto, tal como lo había imaginado: hombros anchos, caderas estrechas, músculos definidos y fuertes, sin camisa, vestido únicamente con unos extraños pantalones de cuero negro, que intentaba abrir, con manos inseguras. Intenté ayudarle pero él no me dejó, en lugar de eso sus manos se volvieron lentas, como si me diera la oportunidad de retractarme, yo simplemente lo miré a los ojos deseando que él supiera que no flaquearía
-¿Estás segura de esto?- Me dijo tras un intenso momento. 
-Por completo. 
-¿No te arrepentirás?
- Únicamente de no hacerlo- dije la verdad. 
La total y absoluta verdad, esa noche me bastaba con tenerlo a cualquier precio, bajo cualquier circunstancia. Quizás era tonto hacerlo así, pero yo estaba más allá de poder razonar coherentemente. Mientras hablaba sus manos liberaron su verga. Nunca antes había visto una pero no creía que todas tuvieran ese tamaño, la de él era grande, erguida con venas azules que destacaban en su pálida piel y coronada con aquella enorme cabeza púrpura de la que brotaba una perla de humedad. Mis jugos rezumaron entre mis piernas haciendo que las cómodas y pudorosas bragas de algodón que aun tenía puestas se mojaran, mi coño latió ansioso de sentirlo. 
-Ésta es tu última oportunidad- dijo escupiendo las palabras entre sus dientes trabados. Negué con la cabeza.
-No quiero una oportunidad, te quiero a ti. 
-¿Dejaras que tu primera vez sea con un vampiro? No es mi primera vez mentí con descaro intentando que él no se echara para atrás, pero él sonrió con tristeza. 
-Claro que lo es- me miró con fijeza y yo bajé la vista apenada. Mi cuerpo ya no era tan joven ni tan firme como hacía años, así que casi todos asumían que ya había tenido amantes, la realidad era que nadie me encontraba atractiva, tomando aire pregunté a mi vez. 
-¿Y a ti no te importa hacerlo con alguien como yo?- Mi vampiro me miró como si fuera la mujer más hermosa que hubiera visto y dijo con voz suave:
-Eres lo que cualquier hombre podría desear, no te avergüences —Sus manos ahora cálidas, acariciaron mis mejillas te deseó, con o sin experiencia, saber que nunca has estado con otro hombre me hace pensar en lo ciegos que han estado a tu alrededor. Lagrimas silenciosas de gratitud se deslizaron por mis mejillas, no pude evitarlo, estaba abrumada con saber que me deseaba, pero no era momento de llorar, las sequé, apresuradamente y lo miré nuevamente a los ojos acomodando mi mejilla contra su palma. Sí dije quiero que mi primera vez sea contigo. Esta vez su sonrisa fue hermosa, como una salida de sol, o en el caso de mi vampiro de luna. Animado por mi respuesta deslizó la mano hasta mi cuello, sus dedos me tocaron con reverencia, como si fuera un ser preciado. Yo no deseaba reverencia, deseaba… No.
 Necesitaba su fuego para calentar mi espíritu. Mis manos se movieron para acercarse a su verga, intenté rodearla sin éxito, no logré cubrirla por completo con una mano. Mi vampiro jadeó salvaje. El siseó viajó por mi sangre, me sentí poderosa. Guiada por el instinto, moví cubriendo de arriba abajo su larga longitud, lo saboreé. Él se volvió loco, sus manos antes delicadas se volvieron agresivas. Se aferró a mi cuerpo estrujándolo. Comprendí que me saldrían cardenales. No me importó. Tendría señales para recordar que había estado conmigo.
 Mi vampiro, arrancó las mitades del camisón y rotas para después destrozar mis púdicas bragas dejándome desnuda frente a él, temblando de anticipación y dudando si él se sentiría complacido con lo que veía. Sus ojos tenía una expresión depredadora al recorrerme, cuando llegó hasta mi descubierto monte tembló, su verga pulsó como si no pudiera esperar más. Quería tomarme, deseaba follarme con la misma intensidad con la que yo lo anhelaba, y más cuando acarició mis rizos oscuros y la esencia caliente de mi deseo flotó envolviéndonos a ambos. Él no me preguntó nada, simplemente sus dedos se introdujeron entre mis pliegues y los sobaron, bañándose en mi esencia. Me folló delicadamente con las puntas de sus dedos y los sonidos de la carne mojada se extendieron en el silencio de la habitación junto con el del resuello de nuestras respiraciones. 
Yo dejé caer la cabeza hacia atrás. Era delicioso, más aun cuando mi amado comenzó a trazar pequeños círculos sobre mi clítoris. Ardiente, me agité sin control y ese movimiento hizo que mis pechos se bambolearan reclamando su atención. 
-Estás tan lista- murmuró afirmando. 
-Sí- casi grité.-Oh sí. 
Mi cuerpo se sentía diferente, tenso, expectante, algo me ocurría con cada movimiento de fricción me acercaba a lo desconocido. 
-¿Siempre es así?- jadeé preguntando maravillada. Él rió y su risa vibró justo en mi coño empapado con mis jugos.
-No estoy seguro, sólo sé que estoy duro como nunca lo había estado. Me muero por probar tu sabor, ¿me dejarías beber de ti?
 Yo no tenía la menor idea de que intentaba decirme, pero lo que fuera yo se lo otorgaba de buen grado. Sí logré gemir entrecortadamente. 
-No te arrepentirás- susurró y se desplazó tan rápido que no pude ver el movimiento, solo sentí como su boca tocaba mi vulva para besarla de la misma manera en la que había besado mis otros labios, quise gritar y lo hice ante la invasión de su lengua húmeda y tibia. 
La sensación hizo que el mundo se convirtiera en un nuevo lugar, yo ya no era yo, Ilana, la solterona, si no una criatura hecha de fuego. Levanté parcialmente mi cuerpo sobre mis codos y la visión de su cabeza enterrada entre mis muslos casi hizo detener mi corazón, quería tocarlo, acariciarlo, pero mis emociones eran tan nuevas que no supe que hacer. 
-Dime tu nombre- gemí -por favor
Supliqué arqueándome sin control. 
-Mi nombre no importa.
-A mi sí- sin poder evitarlo arqueé nuevamente la espalda ofreciendo mis pechos a la noche-Quiero decirlo cuando te tenga en mi cuerpo. Él se quedó inmóvil por un largo momento y yo temí haber ido demasiado lejos, no tenía derecho a pedirle nada, estaba apunto de retirar mi demanda cuando lo escuché pronunciar casi susurrando contra mi enfebrecida carne: 
-Damien.
 Su voz se ahogó cuando enterró nuevamente su boca entre mis piernas. De nuevo gemí, pero esta vez el sonido que surgió de mis labios fue su nombre cada vez que Damien sorbía mi clítoris como si se amamantara y yo pulsaba al ritmo de cada chupetón.
- Eres perfecta- murmuró entre beso y beso a mi intimidad, con voz ronca.
Creí en sus palabras, me sentí perfecta porque Damien era quien me lo decía. Nunca me había considerado, ya no digamos perfecta, sino tal vez aceptable. Hasta aquel momento. Me sentí agradecida de que él estuviera conmigo esa noche, de que mi cuerpo (que hasta ahora había sido un territorio desconocido para mí) no tenía secretos ni se resistía a la magia que Damien obraba en él. Lo amé aun más por hacerme sentir como me sentía y decidí darle lo que fuera necesario para devolverle ese regalo que me otorgaba sin importar que me costara la propia vida.
 Dejé de pensar en el momento en el cual uno de sus dedos sondeó mi coño, sin dudar abrí más la piernas para permitirle follarme. Con mucha lentitud Damien lo introdujo por mi estrecha y ya muy mojada abertura, casi aúlle, mi vientre se contrajo. Vagamente recordé que alguna vez había escuchado hablar a una vieja curandera (amiga de mi madre) sobre los orgasmos, pero nunca había experimentado uno ni de lejos, aunque por la forma en la que mi vientre se anudaba eso estaba apunto de ocurrirme. La boca de Damien se prendió a mi coño chupando con fuerza, sus succiones sonaban en mis oídos enérgicos… casi rudas. Su largo dedo salía y entraba de mi raja y mi carne empapada se estremecía vital y libre. Gemí en voz alta porque todo lo que deseaba era que él siguiera y siguiera.
 Sostenida sobre mis brazos para observarlo alimentarse de mi, supe que quería más. Deseaba… algo, pero no sabía que, hasta el momento en el cual Damien levantó la otra mano para llevarla hasta mis tetas y pellizcar mis sensibles pezones, la combinación de sensaciones fue abrumadora. El nudo en mi útero se apretó con mayor fuerza. Sentí que moría ahí mismo con los labios y el dedo de Damien penetrando, chupando y mordiendo mí ardiente y mojado coño. No podía respirar, mi corazón latía desenfrenado contra mis costillas, mi cuerpo entero latía al mismo compás de sus mamadas, me retorcí y mis pechos se agitaron.   Con cada una de sus libaciones, con cada centímetro que aquel dedo se adentraba dilatándome, preparándome, una burbuja tensa crecía en mi vientre.
 Grité libremente. Grité por que moriría si lo hacía, por que no podía ni quería ocultar nada de lo que me estaba ocurriendo, grité porque deseaba que ese dedo que me empalaba se hundiera hasta el fondo. Me corrí, me di cuenta por la forma en la que me mente se vació de todo, mi vagina pulsó como atrayendo aquel dedo. No sé si me desmaye o morí por un segundo, pero sé que mi corazón se detuvo cuando aquella burbuja se rompió y mi cuerpo se convirtió en un geiser explotando. Mi útero pulsó y pulsó atrapando aquel dedo mientras toda mi sangre corría desbocada bañándome toda: mi cara, mis pechos… para concentrarse finalmente entre mis piernas, jadeé y gemí su nombre con voz rota. 
-Damien, oh si Damien. 
Retorciéndome contra su boca buscaba magnificar ese instante. Escuché el sonido de placer que mi amado hizo contra mi ardiente vulva y sus largas y acariciantes lengüeteadas mientras bebía de mis jugos, hasta que lentamente los ecos de mi primer orgasmo fueron disminuyendo y sus lametones se hicieron lánguidos y tiernos. 
-Sabía que eras especial Ilana su voz se ahogaba en mi carne pero aun así resultó clara amo tu sabor, amo tu olor. 
-Yo te amo a ti- le confesé aun sonrojada por mi reciente explosión eres todo lo que he querido siempre. Él se apartó de mí, dejándome confundida, quise gritar ahora de frustración.
 ¿Por qué tenía que decir algo así? ¿Por qué no pude callarme?




                                                                           Capítulo 2


Damien

 Que ella me permitiera tocarla era una bendición inmerecida.
 Ilana había visto la peor parte de mí: el rostro violento y maldito de un Strigoi al matar.
 Aun así no se retractaba, no retrocedía.
 Fue una sorpresa escuchar su delicada voz decir que me amaba. Sus palabras me enternecieron, no podía creerlo, me conmovió de muchas maneras, me hizo sentir feliz, pero a la vez indigno de su amor.
 Strigoi significaba problemas. No solo por la dieta, éste era un detalle entre los muchos que nos convertían en parias.
 Era un hecho comprobado que atraíamos la desgracias para los que se relacionaban con nosotros y lo último que deseaba era que Ilana sufriera por mi culpa, tenía que evitarlo, pero la idea de no volverla a ver me hirió.
 Me congelé un momento ante la perspectiva de no volver a verla, pero no tenía otra opción. Fortalecí mi convicción antes de levantarme del lecho. Decidí en ese momento que me iría, tan lejos como pudiera.
 No merecía el amor de Ilana y ella no necesitaba el rechazo de los suyos por mi causa. Mientras me vestía a toda prisa pude ver en sus ojos marrones miedo, pero azorado comprobé que no era debido a mi naturaleza.
 Ella me miró con miedo, el ritmo acelerado de su corazón lo confirmó. Pero no me temía a mí, sino a mi partida... Su rostro de hada era tan transparente que pude leer sus intenciones de retractarse para evitarlo.
—Espera— me rogó, — no te vayas, no lo repetiré—dijo y extendió las manos, el pecho me dolió ante la mueca atormentada de su rostro, no pude seguir mirando. Me di la vuelta, tensó.
 Debí salir de ahí en ese momento pero la suave caricia de sus tímidos dedos en mi espalda me sujetaron con la misma fuerza que si hubiera usado una cadena de plata. Temblé ante el contacto pero no dije nada.
—Dime que deseas que haga para que te quedes y lo haré— habló con la voz rota por la emoción.
 Me sentí indigno. No podía entender por qué ese ser luminoso me quería, algunas veces ni yo mismo me soportaba. Percibí la tristeza en mi voz cuando dije— ¿sabes lo que significa amar a un vampiro?,
 Al escucharme, ella se acercó, sus pies descalzos rozaban el frío piso de madera, no quería verla pero Ilana no estaba dispuesta a dejar que la ignorara, me estremecí ante el contacto delicado de sus pechos y rostro en mi espalada, era tan menuda que apenas me llegaba a la unión de mis omoplatos.
—No volveré a repetirlo si te disgusta— me dijo al besar con dulzura mis músculos contraídos— no te estoy pidiendo que me ames, no es nada de eso, te doy mi amor libremente, sin querer nada a cambio.
 No esperaba escuchar esas palabras alguna vez. Quise decirle que yo la amaba también pero no podía hacerlo, mi amor era veneno. Respiré profundamente al acariciar sus brazos en torno a mi cintura y dejé salir a la bestia en mi interior.
 Ilana se enfrentaría a mi verdadero yo.
 Ella se relajó al sentirme y aproveché para actuar. En uno de los actos más cobardes que hubiera realizado giré para aplastarla contra la pared usando mi cuerpo para inmovilizarla.
—Cállate — rugí antes de sentir sus senos aplastados contra mi pecho, sus pezones se contrajeron, la bestia rugió en mi interior, deslice una rodilla entre sus muslos y mi verga se alojó en la suave y leve redondez de su vientre. Al momento la sentí excitarse, el olor de su deseó se filtró hasta mi nariz y mi muslo se mojó con sus jugos. La mueca de mi rostro se volvió feroz convirtiéndose en una espeluznante mascara de grandes dientes y ojos rojos como la sangre.
—Deberías temerme — le rugí con voz de trueno — te dije que puedo acabar contigo en un segundo.
 Mi amenaza la estremeció. Yo quería que me temiera, que supiera que era un ser peligroso asegurándome su odio. Fracasé, porque Ilana no sintió miedo. Para mi sorpresa su deseó no disminuyó sino que se fusionó con el temor convirtiéndose en un potente afrodisíaco.
—Hazlo— me dijo levantando la voz y elevando la cara para enfrentarme. —Mátame, no me importa, ¿quieres mi sangre? Es tuya, te la doy de buena gana— me ofreció descarada, ladeando la cara, exponiendo el cuello y las venas que latían bajo su piel con el movimiento desenfrenado de su corazón, a la vez que sus pechos se estremecieran.
 Le sostuve la mirada pero me traicionó un destello de culpabilidad y de dolor en mi expresión. Permanecí quieto y silencioso, la sensación e inevitabilidad hizo que mis ojos cambiaran gradualmente del rojo al azul y mis colmillos se retrajeron.
—Tonta— gruñí de nuevo pero esta vez mi voz estaba mezclada con apetito. — No sabes lo que significa amarme.
—No, no me importa— me dijo
—Te condenaran— le advertí.
 Ilana se alzó de hombros con aparente indiferencia —Ya es tarde para pensarlo.
 Era demasiada tentación lo que ella me ofrecía: una pareja, quizás con el tiempo una familia. Tomé mi decisión en un latido —después de esta noche no dejaré que te alejes de mí jamás— le advertí de nuevo.
—Cuento con eso.


                                                                              Capítulo 3
Ilana
 Fui la única hija de un matrimonio entrado en años, así que durante mucho tiempo viví aislada.
 Mi padre era por llamarlo de alguna manera “progresista” me enseñó a leer, a escribir y alimentó mi amor por los libros, para disgusto de mi madre. Supongo que ella deseaba una vida apacible como esposa y madre para mí, sin embargo mi espíritu inquieto no era compatible. No es que me disgustara la idea de ser madre, era simplemente que no soportaba la idea de vivir, envejecer y morir en medio de la rutina.
 Al crecer comencé a pensar en los muchachos como algo más que un incordio. Cada vez que viajaba al pueblo con mis padres, aprovechaba para observarlos. Durante algún tiempo me resultaron fascinantes, hasta que tuve una epifanía. Comprendí que esos campesinos supersticiosos no eran lo yo que deseaba, perdí que el interés en los chicos del pueblo y con el tiempo, ellos lo perdieron en mí.
 Los años pasaron, cumplí 20, 25, 28 y más, mi juventud se fue y con ella la oportunidad de casarme.
 Sin darme cuenta me convertí en la solterona de Craiova, como me llamaban en la aldea cercana. El objeto de burlas de los jóvenes y de la absurda piedad de los adultos, nunca me importó, ni mientras mis padres vivieron, y menos después de que ambos murieran con una semana de diferencia.
 Y aunque me quedé sola en aquella casa, viviendo - más bien sobreviviendo- de lo poco que podía sacarle a la tierra o de los huevos que vendía en el mercado, mi mundo estaba en paz.
 Eso creía, hasta una noche en la cual un par de aldeanos borrachos llegaron a mi casa. Nunca antes sentí el miedo paralizante de esa vez.
 Recuerdo el ruido de sus voces gritando obscenidades desde el bosque, las patadas con las que rompieron mi puerta, sus manos crueles manoseándome, tocarme cuando yacía indefensa sobre el piso suplicando una piedad que no tendría.
 Supe que moriría…Y hubiera ocurrido de no ser por mi oscuro caballero.
 Llegó cuando los hombres me golpeaban.
 Los destrozó delante de mis ojos. Recuerdo como si fuera ayer los sonidos de sus huesos al romperse y sus gemidos de agonía pero lo que más me impresionó fue el barboteó de su sangre.
 Así fue como supe que mi salvador era un vampiro, uno maldecido por todos como un bebedor de sangre.
 Lo era, mi caballero se alimentaba de sangre, pero definitivamente no estaba muerto.
 Había vida en aquella maravillosa criatura, pude sentirla desde el primer momento. Viva como yo o tal vez más. Era cierto que resultaba un poco frío al tacto pero un corazón latía en su pecho y sus pulmones se expandían con cada respiración.
 Su altura me impresionó y su fuerza me sedujo, no recuerdo mucho de lo que ocurrió a continuación, creó que me desmayé.
 A la mañana siguiente desperté en mi propia cama, con un camisón limpio y la casa en orden. Esa noche comprendí que había encontrado aquello que buscaba.
 Estoy segura que fue cuando comencé a amarlo.
 Espere por él cada noche. Algunas veces volvía, yo lo sabía aun cuando no pudiera verlo, en otras ocasiones desparecía por días, pero la sospecha de su presencia ahuyentó a visitantes indeseables del bosque.
 La desaparición de un par de hombres se convirtió en rumor y corrió por la tranquila Craiova y así fue como me convertí en el centro de las sospechas del pueblo.
 Fue un tiempo duro, ciertos aldeanos dejaron de negociar conmigo, otros sólo fueron más tacaños, no sé si intentando obligarme a mendigar, a causa del odio o simple rapiña humana.
 Mi situación se volvió apremiante, con la proximidad del invierno me enfrentaba a la muerte por inanición o por frío.
 No sé si Damien sintió pena por mí, lo que fuera le impulsó a ayudarme.
 De pronto comenzaron a aparecer en mi puerta regalos: un día una pila de leña perfectamente cortada, el otro un venado desollado y en piezas, su piel preparada para usarla.
 Mi amor por él creció, no por los presentes, ni por el trabajo que se había tomado para llevármelos, sino por su preocupación.
 Lo amé sin conocerlo, esperando por él cada noche, que viniera a mi cama, que me tomara, sin importarme si era un vampiro o no.
 A parte de su altura y su fuerza ni siquiera pensé en su aspecto o en sus facciones.
 Él era mi salvador, mi amor y después de esta noche deseaba que se convirtiera en mi amante.
 Damien permaneció quieto durante mi abstracción.
 Inmóvil, bello y desnudo bajo la luna llena.
 Sabía que podía sentir el aroma almizclado de mi deseo.
 Su mirada vagaba por mi cuerpo, de mi rostro hasta los húmedos rizos entre mis piernas en una caricia continua. Estaba excitado, sus ojos tenían la misma mirada febril de cuando beso mi intimidad.
 Se me ocurrió que podría hacer por él lo que había hecho por mí.
 Nunca antes seduje a nadie, así que al principio no supe cómo moverme. El instinto vino en mi ayuda, sin separar los ojos de él, me incliné para depositar un beso con la boca abierta sobre sus pectorales.
 Gemí ante su sabor, él era, sin duda alguna, lo más delicioso que hubiera probado. Mi lengua corrió sobre su satinada piel una vez y otra.
 Lamí sus pectorales saboreándolo, él me dejó hacerlo convertido en una pálida escultura, acaricié sus pezones y éstos se contrajeron ante el contacto.
 Mi vampiro jadeó y levantó la mano, no sé si para acariciarme o rechazarme, pero yo fui más lista, en vez de dejarlo hacer, sujeté su gran mano y la puse sobre uno de mis pechos. Él dudó durante un segundo pero astutamente me la llevé a la boca para besar su palma.
 En un arrebato chupé sus dedos uno a uno. Los ojos de Damien se cerraron de golpe maravillado al sentir mi lengua rodeándolo.
 Su placer me dio una idea.
 Una que involucraba chupar algo mucho más grande.
 Con mucha calma, casi sin pretenderlo, fui hincándome aún con el dedo en la boca hasta quedar de rodillas frente a su dura y henchida verga y fue entonces cuando dejé su mano para concentrarme en su potencia.
 ¿Tendría valor para hacerlo?
 ¿Qué ocurriría si me rechazaba?
 Sólo existía una forma de averiguarlo.
 Como sintiendo mi mirada su polla latió y una brillante gota apareció en la abertura, sin poder evitarlo me lamí los labios y alcé la mirada como buscando aprobación.
 Damien no dijo ni hizo nada que me alentara pero tampoco me rechazó. Dejó en mis manos esa decisión.
 No la metí de inmediato a mi boca, antes de eso la rodeé con la mano asombrada cuando no pude cerrar los dedos en torno a ella.
 De más está decir que ésta era la primera vez que tocaba una. Su tacto me asombró, era suave y a la vez dura, la suavidad estaba afuera, en aquella tersa piel que la cubría, la dureza estaba adentro, la palpaba.
 Sin temor al rechazo, acaricié de arriba abajo su longitud, mis manos se veían pequeñas en comparación.  Mi boca salivó, sin duda atraída, quería probarla, metérmela. No lo hice de golpe si no que primero la lamí de la misma forma que lo había hecho con sus tetillas, Damien gimió y me sujetó del cabello como empujándome, entonces me introduje su polla en la boca tan profundamente como pude intentando evitar las arcadas que me produjo al principio. Controlándome, la saqué y volví a repetir el movimiento. Él pareció extasiado, sus dedos se enterraron en mi cabello de manera casi dolorosa, empujando mi cara, animándome a seguir. Una y otra vez lo introduje hasta donde fui capaz.
 Me deje guiar por una voz interna y la saqué para lamerla mirando directamente a los ojos de Damien.  Embriagada con el movimiento de sus agitadas respiraciones y el latir feroz de su corazón, la chupé de nuevo y él bombeó participando. Me sentí caliente, viva, capaz de todo con su polla en mi boca.
 Damien me pertenecía de la misma forma que yo le pertenecía a él.
—Bébetela— rugió y su agarré en mis cabellos se hizo doloroso, segundos más tarde se vació en mi boca.  Su eyaculación fue intensa, caliente y salada se vació directamente en mi garganta y yo solo pude tragar sus potentes chorros.
—Si— gimió Damien a cada tragó y más cuando lo lamí lavando los restos.
 Pensé que me desvanecería pero en lugar de eso, él me levantó del suelo para colocarme de nuevo sobre mi cama abrazándome con ternura.
—No tienes idea de lo que me haces— dijo y besó mis cabellos húmedos por la transpiración, lo hizo en mis sienes y mis mejillas, mi cuello y mis hombros.
—Tengo alguna— le respondí acariciando trémulamente sus hombros.
 Damien se inclinó hasta mi pecho y se metió un pezón a la boca para chuparlo, sin poder contenerme enredé mis piernas con las suyas.
 Ahora era diferente, como si las barreras entre los dos hubieran desaparecido, me acarició totalmente, las puntas de sus dedos trazaban senderos de fuego por donde pasaba. Volvió a acariciarme entre las piernas gimiendo ante la humedad que rezumada.
— ¿Podrás conmigo?
—Intentémoslo— al momento lo sentí endurecerse de nuevo.


                                                                         Capítulo 4

Damien
 Esta noche iba a poseerla.
 Lo sabía,
 Esta noche Ilana, sería mía. No podía seguir engañándome, esto no era cuestión de si pasaría, sino de cuando.
 Lo supe desde la primera vez que la vi, hacía ya algunos meses mientras ella buscaba en el bosque ramas viejas que pudieran servirle de leña.
 Era tan menuda, tan delicada que me pareció la princesa de un cuento de hadas. Tenía hermoso cabello negro, ojos marrones, nariz respingada, boca tierna pero sensual.
 Vestía como todas las campesinas de la zona con una larga falda bordada y blusa blanca, pero en ella ese modesto atuendo resaltaba cual vestimenta real.
 La seguí primero solo por curiosidad, después por interés.
 Ella se convirtió en mi obsesión despierto y en el objeto de mis sueños dormido, no pensé siquiera en mostrarme ante ella hasta la noche en la que un par de hombres atacaron su casa.
 Maté a aquellos desgraciados y bebí su sangre justo enfrente a ella, pro Ilana no gritó ni lloró únicamente me miró con gratitud. A partir de esa vez me dedique a cuidarla. Cada vez acercándome más y más. Hasta estar tan cerca como ahora.
 Me levanté de la cama nuevamente, pero esta vez no pensaba escapar, si no en prepararme para ella.
 Quería hacerlo bien, que su primera vez fuera placentera y a juzgar por los orgasmos que ya había alcanzado, podía lograrlo.
 Mis ojos la contemplaron desnuda sobre la cama, tenía la piel sonrojada y resplandeciente. Sus labios estaban inflamados y rojos por los besos y la manera salvaje en la que mi polla los había follado, mechones de cabellos húmedos se adherían a su rostro mientras el resto de su larga cabellera se extendía por la cama formando un halo oscuro sobre sus blancas almohadas.
 De repente no entendí mi negativa anterior a tomarla, porque ahora nada impediría que entrara en su dulce y estrecho coño.
 Calma me dije, primero quería un poco más de ella.
 Me sitúe entre sus muslos abierto, su aroma se extendió desde su vulva abierta y preparada para mí. Saber que sería el primero en tomarla me hacía sentir posesivo, como si tuviera derecho a reclamarla.
 La toqué deseando transmitirle con mis acciones lo que no me atrevía a decir en palabras.
 Agasajé sus pechos, rozándolos con los nudillos para seguidamente amasarlos amorosamente, bajé entre el valle de sus senos, introduje un dedo en la copa de su ombligo y seguí bajando para acariciar sus rizos. La había probado y su sabor aun permanecía en mi lengua, la volvería a probar más tarde, cuando la hubiera tomado. Introduje un dedo entre los labios de su vulva separándolos, la visión de sus hinchados y esponjosos pliegues mojados con su miel casi hace que me corra y aunque ya la había penetrado con un dedo, no había sido lo suficientemente profundo como para romper la pequeña membrana. De rodillas entre sus muslos, me sentí capaz de cualquier cosa. Mi verga estaba tan dura que dolía. El impulsó de enterrarme en ella y bombear salvajemente era abrumador.
—Te va a doler— advertí.
 Ilana me sonrió, sin una palabra arqueó la espalda elevando la pelvis hacia mí. Nuevamente la bestia surgió, mis colmillos salieron cuando rodeé mi verga con una mano para acercarla a su estrechísima vagina. Sólo con acercarla su calor me abrasó, la acaricie de arriba a abajo por su raja, humedeciéndome para facilitar mi entrada.
 La miré, ella dejó de sonreír y se lamió los labios, expectante.
 Empujé con fuerza introduciendo el glande, Ilana era tan estrecha que tuve que enterrar mis colmillos en mis labios. Sentí la barrera de su virginidad, se resistía pero no me detuve, me impulsé con fuerza y mi sangre se aceleró cuando ésta se rasgó, cuando penetré en su estrecho pasaje hasta el fondo, hasta que mis tensos testículos golpearon su dulce trasero. Mi bestia interior se agitó ante el olor de su sangre, pero logré contenerla a pura fuerza de voluntad. Ilana gimió bajito, fue un sonido de dolor, me detuve temblando, temiendo que ella cambiara de opinión, porque sabía que a esas alturas ya no podría detenerme.
— ¿Te estoy haciendo daño?— logré articular por entre mis dientes cerrados.
—No— jadeó Ilana entrecortadamente.
 No le creí, pero no me sentía especialmente altruista, mi desesperación aumentaba a cada segundo, con cada pulsación de su sangre, pero me mantuve inmóvil dejando que su cuerpo se acostumbrara a tenerme.
—Se siente… tan… bien— gimió mirándome a los ojos.
 El amor que se reflejaba en ellos era real. No pude soportar no sentirme digno de ella, bajé la mirada hasta el sitió en donde mi verga se hundía en su coño. Me olvide de toda consideración ética o moral, me sentí poderoso, dominante, rugí de placer, ella estaba caliente apretada, llena de la humedad viscosa de su miel y sangre mezclándose con mis fluidos. No aguantaría mucho, mi polla pulsó y mis testículos apretaron, la tomé de las caderas para con mucho esfuerzo moverme suavemente, desenterrándome, pero su carne apretada tenía otras ideas y me retenía, la succión de su coño sobre mi verga produjo un sonido de absorción que reverberó en su habitación.
 El instinto de aparearme me venció, no pude detener a mi cuerpo que se movió como si no me perteneciera.  
 Caí sobre ella y la monté con rudeza, entre y salí de su coño deseando que ese momento fuera eterno, la cama se sacudía golpeando las paredes
—Más duro— me gritó sin saber que azuzaba al vampiro a aparearse con ella. La monté como un animal montando a su hembra.
 Sus senos oscilaron contra mi pecho y esa fricción añadió leña a mi hoguera. La besé introduciéndome en su boca, lamiéndola, chupando y mordiendo sus labios y lengua, uno de mis colmillos le hizo un pequeño corté en el labio, su sangre se filtró en nuestro beso, deseé morderla, alimentarme de ella pero lo que quedaba de mi humanidad se negaba a hacerlo.
 Ilana pareció adivinar mis apetitos. Rompiendo el beso me miró con sus grandes ojos cafés antes de hacer a un lado su rostro exponiendo su cuello de forma incitante.
 No me resistí, no podía. La sujeté con ímpetu envolviéndola apretadamente en mis brazos.
 Su sangre corría desbocada bajo una capa delgada y translucida de piel, mis empujes se acompasaron a los latidos de su corazón. Un solo movimiento y sería mía de todas las formas en las que era posible.
 Mía con mi verga alojada profundamente en ella.
 Mía con su sangre en mi interior.
 Mía porque la llevaba en el corazón.
 Clavé profundamente mis colmillos en su cuello, su tierna carne no se resistió, la atravesé hasta completar la mordida encajándome profundamente en ella. Su sangre me llenó la boca y la bebí, absortó en su sabor.
 Era sangre ofrecida de buena gana, no robada por lo que su potencia se extendió por mis venas, cálida, lujuriosa. El más exquisito vino,
 Me moví con más violencia, mi verga entraba y salía de su coño como un pistón, le estaba haciendo daño, una parte de mi lo comprendió al escuchar los golpes sordos de la cabecera, la madera de la cama crujía con cada empujé.
 Ilana no se acobardó ante mi ímpetu, su cuerpo se agitó, me rodeó con las piernas apresando mis caderas y cimbró girando la pelvis para permitirme penetrarla aun más profundamente.
—oh si— jadeó ella lanzando la cabeza hacia atrás, fue apenas un susurro.
 Sentí las contracciones de su orgasmo rodear mi polla, su sangre se deslizó por mi garganta al mismo ritmo.
 Si el cielo existía sin duda yo estaba en él. Sin poder evitarlo ni desear hacerlo me corrí vaciando mi semen en su vientre, llenando su útero con mi semilla en largas y potentes descargas.
 Permanecí abrazándola, lamiendo delicadamente su cuello para cerrar mi mordida, ella se estremeció y enterró la cara en mi pecho. Tras unos minutos me levanté sin molestarme en vestir. Ilana me miró expectante cuando tomé una toalla y la mojé, se sonrojó cuando la coloque entre sus muslos para limpiarlos de la sangre y mi semilla que goteaba, quería cuidar de ella, tratarla como merecía. La verdad era que me sentía algo avergonzado por haber perdido el control así, no obstante cuando mi paño tocó su carne dolorida, mi verga volvió a la vida, Ilana me sonrió picadamente antes de tomarla en sus manos, caí sobre ella besándola de nuevo.


                                                                          Capítulo 5

Ilana
 Esa noche Damien me hizo el amor dos veces más pero no volvió a alimentarse. No me habría importado, el orgasmo que alcancé cuando me mordió fue increíble y no podía esperar a repetirlo.
 Yacíamos cansados en mi lecho cuando comprendimos que el amanecer se acercaba, Damien se levantó reacio y perezoso, como si no se decidiera a dejarme.
 Podía ver en sus ojos que deseaba quedarse, pero ambos sabíamos que no podía ser. La luz del sol se acercaba, debía darse prisa.
 Antes de partir se inclinó para darme un largo y ardiente beso tras lo cual me dormí durante horas de puro agotamiento.
 Desperté cuando el sol ya estaba muy alto en el cielo, estaba desnuda con el cuerpo tenso, lleno de pequeños dolores y envuelto en una nube de su olor. ¿Había alguna mejor manera de despertar?
 No, por supuesto que no.
 Me estiré en la cama sintiéndome felina y deseable. Permanecí en mi pequeña burbuja de felicidad hasta recordar que tenía algunos asuntos de los cuales hacerme cargo y un hambre de lobo.
 Juntando valor bajé de la cama, al momento mi vulva punzó y esta sensación de tirantez se agudizó entre las piernas. Me detuve un momento un poco mareada y algo débil, no tardé en estabilizarme para ponerme de pie.
 Entre las cosas para hacer tenía que poner en orden mi cama, la cual era un desastre. El impulso de nuestros movimientos durante la noche la había movido, hasta dejarla parcialmente de lado. Mis sábanas no estaban mejor, convertidas en arrugados montones. Tendría que tenderlas
 Cuando puse manos a la obra noté con cierto sobresalto que había sangre en ellas.
 Me sonrojé ante el recuerdo.
 Esperar por él para hacer el amor había valido la pena, si bien en ese momento estaba dolorida no cambiaba nada de lo concurrido, en especial cuando lo tuve conectado por todos los puntos posibles.
 En respuesta a mi recuerdo mi coño latió como llamando a Damien. Sin darme cuenta noté que me acariciaba un seno recordando sus manos.
 Me dejé guiar por mi necesidad, mis dedos tocaron mi ultrasensible clítoris, nunca lo había hecho, lo sentí esponjoso y mojado, me froté el tensó botoncillo mordiéndome el labio, al instante recordé a Damien chupándolo, mi corazón se aceleró, el aliento se solidificó en mis pulmones, me cubrí de sudor.
 Debía parar, tocarse no estaba bien. Mi madre me alertó siempre sobre las conductas vergonzosas sin jamás decirme de qué se traban, pero yo no era tonta y crecí en una granja así que sabía de primera mano lo que los animales hacían.
 Me dejé caer sobre mi recién acomodado lecho, con las piernas abiertas y mis dedos frotando mi clítoris, si poder evitarlo elevé la cadera, me acaricié los pechos dándome pellizquitos al tiempo que las imágenes de la cabeza de Damien enterrada entre mis muslos danzaban ante mis ojos cerrados, eso bastó para lanzarme a un orgasmo. Gemí sin control arqueando mi espalda, y frotándome con más fuerza, corcové sin poder contenerme, mis jugos bañaron mis dedos. Al correrme introduje una falange en mi vagina. Mi boca se convirtió en una O asombrada al sentir como me contraía chupándolo.
 Respirando agitadamente permanecí ociosa por algunos minutos, dejando que se normalizan mi respiración y sonreí pensando en lo que haría en cuanto volviera Damien. Como por encanto mi respiración se agitó al imaginarlo penetrándome de nuevo, quería verlo cuando se introdujera fuerte y lento. Sería aún mejor que ahora y que la primera vez, cuando su verga me dilató de tal forma que pensé que me rasgaría por dentro pero mi cuerpo se adaptó a su grosor y mi lubricación convirtió la acción-potencialmente dolorosa- en una deliciosa fricción que explotó en cuanto Damien bebió de mí.
 Renuente me moví aunque me apetecía volver a tumbarme y esperarlo. No podía darme ese lujo, por mucho que me disgustara seguía siendo una granjera.
 Tras un fuerte y tardío desayuno me dediqué a las cosas de la casa, impaciente por que llegara la noche y mi vampiro volviera.
 Las horas se hicieron largas. Por ser verano, el sol no se ocultó pronto, decidí darme un buen baño de tina, un lujo que no me daba en mucho tiempo, floté por un rato en el agua cálida sintiéndome casi decadente remojada en el agua tibia.
 Mis motivos no eran puramente proporcionarme placer, sabía que el agua cálida aliviaba, así que lo tomé para sentirme mejor cuando llegara la noche, deseaba estar a punto para mi amante.
 Moría de ganas de hacer el amor de nuevo y mi dolido coño no lo impediría.
 Una buena sesión de sexo con un vampiro siempre es necesaria para levantarle el ánimo a una modesta solterona.
 Me salí del agua antes de que mis dedos se arrugaran, no deseaba parecer una pasa cuando Damien llegara.
 Al salir me envolví en una gran toalla, que saqué del ajuar que mi madre preparó alguna vez para mí. Las prendas tenían un significado especial, vi a mi madre bordarlas durante muchos inviernos cuando yo era joven, sentada al fuego.
 Eran para mi noche de bodas así que ¿Qué mejor uso que esa ocasión?
 La noche anterior había sido mi noche de bodas. No necesitaba que un sacerdote me lo dijera, me sentía ligada a Damien, no solo por haber compartido nuestros cuerpos y porque bebió de mi sangre. Había algo más diferente y potente, la sensación de que mi alma le pertenecía.
 Animada por este pensamiento, abrí el viejo baúl de mi madre, con algo de temor, mis dedos tocaron reverentemente las delicadas telas cosidas con amor. Elevé una plegaria silenciosa de gratitud hacia mis padres antes de sacar un delicado camisón de diáfano algodón, tan virginal como sensual. No podía esperar para usarlo, ni para que Damien me viera, no sé cómo pude vestirme, mis dedos temblaban.
 Las reglas de la seducción eran desconocidas para mí, por lo que me contenté con cepillar mis cabellos, tras lo cual la noche cayó y tuve que detenerme para encender algunas velas.
—No te muevas.
 Su voz ronca por la emoción me produjo mariposas en el estomago, al instante me paralicé junto a la mesa del comedor frente a la parpadeante luz de la verla.
— ¿Dónde estás?— logré preguntar antes de que sus manos me rodearan por la espalda pegándome a él, estaba tibio completamente duro. Al sentir su erección reí como tonta.
— ¿Qué te parece gracioso?—— sus manos subieron hasta acunar mis senos.
—Que me extrañaste tanto como yo a ti— logré decir antes de que pellizcara mis pechos por encima de la sutil tela.
—No tienes idea— al hablar frotaba su verga contra mi espalda— estuve como loco pensando en que estabas aquí sola, tuve la fantasía de hacerlo con calma esta vez pero no puedo resistirme a ti.
— Estamos igual.
—He soñado todo el día con hacer esto— dijo y sopló apagando la vela antes de empujarme contra la vieja mesa.
— ¿Qué haces? —jadeé al sentir sus manos buscaban el ruedo del camisón para levantarlo.
 En vez de responder me empujó para recostarme contra la madera desnudándome hasta la cintura, me alegré de haber prescindido de las bragas. Simplemente no tenían caso y el gruñido animal que surgió de su garganta me aseguró haber tomado la decisión correcta.
—Me gusta así— su voz contenía aprobación, sus dedos se enterraron entre mis nalgas, al momento mis jugos fluyeron mojándome los muslos.
 Mi corazón retumbó al percibir a Damien inclinándose, sus manos fueron bruscas cuando al tomar mis tobillos para separarlos.
—Voy a comerte.
 Su voz surgió de entre mis piernas al mismo tiempo que sus dedos me abrían el trasero, mi cabeza dio vueltas, mucha más al sentir su lengua lamer mi mojado coño como si fuera un gato en un tazón de crema, subiendo entre mis pliegues, recorriendo mis recovecos y chupando mi clítoris antes de sujetarlo estirándolo de manera casi dolorosa
—!Ohhhhhh!— Gemí con fuerza, estoy segura que mis ojos se pusieron en blanco ante esa invasión a mi intimidad.
—¿Te gusta?— me liberó un momento, me estremecí en protesta aunque pude asentir mecánicamente.
 Su lengua regresó a mi coño acariciándolo. No tardaría en correrme, mi matriz se contraía pulsando de necesidad, estaba tan excitada que cuando introdujo un dedo mojado en el esponjoso canal grité saltando hacia un devastador orgasmo.
—¡Si, si, si!— Grité presa de los espasmos de mi cuerpo contra el dedo que me empalaba.
 Damien se levantó empujándome para acomodarme sobre la mesa, sus grandes antebrazos me rodearon la cintura y me penetró sin más preámbulos, se introdujo con tanta fuerza en mi cuerpo, que el placer se mezcló con el dolor, sus testículos se estrellaron contra mi sensitivo clítoris.
 La mesa se desplazó ruidosamente, no me importó. No mientras él me dominara con tanto ímpetu, sus caderas empujaban contra mis nalgas, Damien gruñía en mi oído y murmuraba palabras de alabanza y amor.
—Soy tuya— respondí al percibir un nuevo orgasmo liberarse y estallar bañándonos a ambos, giré el rostro y su boca se apoderó de la mía en el instante mismo en que su semilla me llenaba.


                                                                          Capítulo 6

Damien

Mucho más tarde esa noche recordé haberme hecho la promesa de ser suave con Ilana. Después de todo hasta la noche anterior había sido virgen. No era una gran disculpa, pero era lo único que podía decir en mi defensa.
Tratándose de ella mis apetitos surgían desenfrenados. Mi deseo se convertía en ansia, mi ansia en avaricia y no podía saciarme.
Al igual que la noche anterior no descansamos por lo que tomarla como un animal sobre la mesa apenas fue un aperitivo.  No importaba cuantas veces me vaciara en ella, mi miembro nunca se ablandó ni dejó de entrar y salir de su ajustada, caliente y mojada vagina. Lo hicimos de pie contra la pared, conmigo empujando duramente en ella y sus piernas rodeándome, sus suaves senos apretadas contra mi pecho y sus gemidos salvajes cerca de mi oído, la sentí correrse cuando introduje una mano entre nuestros cuerpos sudados y toqué su clítoris, sus espasmos casi me hacen acabar pero esta noche yo tenía otras ideas, así que en cuanto pude la coloqué sobre sus codos y rodillas sobre el suelo, con aquel trasero apretado y pequeño alzado tentándome. La monté sujetándola de sus pechos y empujado con fuerza, su centro estaba lleno con mi propio semen, tan mojando que se derramaba entre sus muslos y sobre mis propios testículos.
Me sentía en celo—literalmente— caliente cual semental cubriendo a una yegua. Me moví salvajemente embistiendo, de rodillas, sujetando sus caderas y con la visión que su arrugado y estrecho culo tentándome, deseé penetrarla por ahí, quería hacerlo, meter mi verga por ahí, ayudado por la humedad de fluía moje un dedos y lo deslicé aquel virginal agujerito, sus caderas dieron un salto—Voy a follarte duro— le anuncie esperando a que se resistiera pero Ilana solo ladeó la cara y me dedicó una sonrisa traviesa al tiempo que elevaba el trasero antes de girar las caderas en círculos haciendo que casi me corriera. Mis colmillos se extendieron en una mezcolanza de deseo y hambre, aun así me contuve el tiempo suficiente para sentirla alcanzar un nuevo y potente orgasmo que vibró en su vientre lleno de mi. Ilana gritó y lloriqueó de placer con cada estocada, mis manos resbalaron por su piel mojada con nuestros sudores, apretando los dientes resistí cada contracción de su coño que parecía querer ordeñarme hasta que fueron disminuyendo.
No le di tiempo de nada, saqué mi miembro mojado y empuje abriéndola de golpe. Ilana gritó a pleno pulmón pero no me detuve seguí y seguí entrando y saliendo de ella, disfrutando de aquél apretado, caliente y mojado culo, Ilana giró el cuello descubriéndolo, mi instinto me llevó a arrojarme sobre ella y clavar mis dientes en su tierna piel para alimentarme.
Los gemidos de Ilana bajo mi boca y las convulsiones de su culo me lanzaron al vacio. Gruñí como un lobo, con mi boca en su cuello, sintiendo como con cada chorro de semilla que se vaciaba en ella, mi espíritu se trenzaba con el de Ilana en un nudo tan apretado que difuminó las barreras entre los dos.
Colapsé aplastándola sobre el duro suelo de madera con los colmillos y el miembro clavados en ella, casi sin fuerza gire para liberarla de mi peso y de mí, preguntándome: ¿Cómo podía haberme portado así con Ilana?
Con mucho cuidado la levanté del suelo para llevarla hasta su cama. Era tan menuda que apenas pesaba. Estaba hecha para dormir en mis brazos pero aun siendo tan delicada resistía mi pasión y mi brusquedad, me alimentaba por voluntad propia y no me pedía nada a cambio.
Al recostarla observé las marcas oscuras de sus rodillas y las heridas siniestras y sangrantes en su delicada y esbelta garganta, me sentí avergonzado y humilde al lamer con largas y lentas pasadas parando el sangrado y curando su heridas.
La dejé recostada para asearme antes de regresar a ella, la noche apenas comenzaba y tenía intenciones de seguir haciendo lo que mi cuerpo y corazón demandaban.
Miré mi imagen reflejada en el espejo.  Lucía increíblemente bien, fuerte. Mis músculos se veían  más definidos, seguramente debido a la sangre que ella me regalaba. Tuve la breve visión de Ilana alimentándose de mí, con imaginar sus labios prendidos a mi cuello me excité, el miembro saltó lista para ella, respiré hondo para calmarme, debía ir paso a paso.
Quería darle la luna si pudiera, prometerle mi alma, pero temía que Ilana no aceptara, después de todo ¿que podía ofrecerle? No tenía nada, era un vagabundo sin familia ni amigos y hasta el día en que la encontré mis esfuerzos estaban concentrados en alimentarme y huir, siempre reacio a establecer vínculos, hasta éste momento en el que me sentía responsable de y por alguien, como si de alguna manera Ilana me perteneciera y yo a ella. 
Para mi sorpresa la sensación era agradable, excesivamente diría. Quería permanecer con ella pero ¿me aceptaría? ¿Renunciaría al sol por mí? Regrese a la habitación lleno de dudas para tumbarme a su lado la abracé, simplemente feliz de tenerla al lado. Decidí que podía quedarme la eternidad simplemente mirándola pero antes tenía que preguntar.
—Ilana— la llamé sacándola de su sopor agotado en el que mis demandas la habían sumido.
Ella abrió sus ojos marrones acariciándome con la mirada y mi mente se quedó un segundo en blanco, al ver mi expresión ella rió, y levantó la mano para acariciarme la mejilla.
—Yo…— titubeé sin saber que decir.
—¿Tú? —Me apremió.
Quería pedirle que se quedara conmigo, decirle que cuidaría de ella para siempre, que haría que valiera la pena perder la luz del sol pero las palabras se ahogaron en boca y sólo pude musitar un —Te amo— desde el fondo de mi corazón.
Ilana sonrió y el sol apareció ante mis ojos por primera vez, me sentí agradecido por vivir hasta encontrarla.
—Quiero estar contigo— logré decir con la voz ronca de emoción.
—Y yo contigo.
—¿Dejarías todo por mí?
—Sin dudar un segundo— haciendo un esfuerzo ella se levantó para rodearme con sus brazos, su boca se pegó a mi pecho y lo besó con delicadeza.
Traté de ponerme serio, tenía que decirle todo, no volvería a disfrutar de un día de sol, que tendría que dejar su casa y todo lo que le era conocido, que si alguna vez tendríamos hijos ellos serían como nosotros: criaturas nocturnas.
Me separé de ella tomándola de los hombros para poder mirarla a los ojos.
Ilana me miró sin dudas sonriendo antes de decir —A donde vayas, te seguiré aun si no quieres.
Por primera vez me sentí completo, el vacío en mi interior se llenó con su presencia y de desbordó dejándome débil como un recién nacido y con ganas de ofrecerle la sangre de mis venas.
—No puedo pedirte que sacrifiques todo por mi— le dije sintiéndome indigno, había vivido doscientos años y hecho muchas cosas de las que no me sentía especialmente orgulloso y algunas que no deseaba recordar jamás—No tienes que hacerlo, yo te ofrezco lo que soy — dijo sin titubear
Su mirada era tan clara, tan valiente que me dieron ganas de caer de rodillas para dar gracias a un Dios que siempre pensé que me había abandonado, por encontrarla, sin embargo me obligué a preguntarle —¿Sabes a lo que renunciarías?
—El sol no significa nada para mi, prefiero un minuto en las sombra que toda una vida en la luz sin tenerte, ¿así que…cómo lo hacemos?
—Primero lo primero, si voy a transformarte, quiero hacerlo bien— cuando dije esas palabras sentí que era lo correcto así que sin pensarlo mucho me hinqué junto a ella y le tomé la mano.
—Sé que no soy lo que se dice un buen partido— comencé —no tengo dinero, ni posesiones, no soy lo que se dice una criatura popular, los que son de mi clase tenemos que vivir ocultándonos, pero te ofrezco, mi vida, mi sangre, la fuerza de mis brazos y mi amor eterno— hice una pausa emocionado— si me aceptas prometo cuidar de ti todos nuestros días sobre la tierra— después de enunciar mis votos esperé sintiéndome expuesto, si ella me rechazaba mi vida se convertiría en un páramo eterno por eso sentí que mi corazón se detenía cuando sus grandes ojos cafés se llenaron de lagrimas, casi me quedé sin respiración al ver como sus mejillas se mojaban e Ilana se llevaba la mano a la boca antes de saltar literalmente y envolverme con sus brazos repartiendo una lluvia de besos sobre todo mi rostro al tiempo que decía —Si, si, si— cada vez que separaba los labios de mi.


                                                                          Capítulo 7

Ilana

Siempre pensé que existía un instante perfecto. Uno que ocurre cuando las cosas encajan perfectamente unas con otras y la vida entera cobra sentido. Para mí esa ocurrió cuando escuché las palabras de amor de Damien.
—¡Si! – grité loca de alegría repitiendo la misma pequeña y simple palabra amando su sonido.  Caímos de la cama entre risas y besos locos, tan felices que ni siquiera notamos la frialdad del suelo, todo en lo que podía pensar era en tenerlo dentro.  
Mi cuerpo era una hoguera y la felicidad que él me daba añadía leña a mi fuego. Me colgué de sus hombros, pegué mis pechos al suyo y sentí a su dura masculinidad despertar ante mi contacto.
-¿Sabes cuánto te deseo? – pregunté disfrutando del tacto áspero de su mandíbula al mordisquearla.
Damien rió y me rodeo con sus brazos dejando que mis labios vagaran por su rosto, su cuello y…
—Espera— se puso repentinamente serio— ¿entiendes lo que estoy pidiendo?— Sus manos me acariciaron los hombros antes de sepárame renuentemente para poder cuestionarme con los ojos.
Le devolví la mirada, súbitamente consciente de la seriedad de su pregunta. —Si—hubo una chispa de duda en su expresión, así que seguí, — me transformaras en lo que eres: un vampiro.
—¿Sabes lo que implica?
Asentí sonriendo.
—¿No te importa alimentarte de sangre?
Medité la pregunta un instante antes de responder — No, no me importa.
Vi el amor relampaguear en su mirada y una enorme sonrisa apareció en mis labios, le tomé la mano y me la llevé a los labios murmurando mi propia promesa de amor Te amo Damien, tal como eres y con gusto pagaría cualquier precio, —besé su mano — haría cualquier cosa, por estar contigo, por vivir junto a ti, por verte despertar cada noche por el resto de mi vida porque según lo veo, todo es muy simple: nací para ti.
Damien no dijo nada, creo que no podía encontrar palabras porque la emoción nos ahogaba, sino que sujetó mi rostro con las manos como si fuera la cosa más preciada del mundo.
Su besó fue la caricia más dulce que alguna vez hubiera recibido, sin embargo la fuerza de su virilidad al penetrarme no tenía nada de tierna ni delicada. Su masculinidad forzó su paso por mi ya lubricado canal. La fuerza de su empuje dolió un segundo debido a su vehemencia, pero estaba preparada para él, mojada debido a una mezcla de mis jugos y su semilla.
—Te amo— murmuró con ternura que contrastaba con sus feroces  movimientos. Me corrí explosiva e inesperadamente, no sé si la razón fueron sus palabras o que simplemente porque se movía dentro de mí. No tenía importancia y menos cuando los fuegos artificiales estallaron en mi mente al mismo tiempo que Damien rugía en medio de su propio orgasmo, con los duros tendones de su cuello sobresaliendo a causa de la tensión y la piel cubierta de sudor.
Nunca antes me sentí mejor que tumbada en el frío suelo con el cuerpo de Damien comprimiéndome, casi ahogándome con sus besos derramándose sobre mi rosto murmurando cuanto me amaba.
Ni más sola que cuando lo vi marcharse de mi lado.

5 comentarios:

  1. Wou!!! Gracias por subir el libro a tu blog *w*
    Gracias!!!!
    Aun sigue verdad?

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  2. De nada Isa, y si, ya termino el libro desgraciadamente

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    1. oh, si no es mucha molestia me podras enviar los capitulos porfavor este es mi correo mediadora02isabella@hotmail.com

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    2. En el blog de la autora Malena Cid, está hasta el capitulo 8, les dejó el link por si quieren darse la vuelta. http://demariposasyotrascosas.blogspot.mx/

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  3. Hola!! Me alegra mucho ver que te agrada mi novela, es lindo que mi trabajo sea apreciado y difundido, nada más te pido poner mi nombre en el post.
    Con mucho cariño Malena Cid

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